Esta situación, además, viene acompañada de un desafío añadido: la persona líder es de naturaleza reservada, prefiere trabajar en silencio y le cuesta estar presente emocional o socialmente para su equipo.
Aquí van tres puntos en los que me he enfocado.
En primer lugar, me pareció clave que el líder reconozca el impacto de su ausencia y tome medidas, incluso si esto le resulta incómodo. Desarrollar, pues, conciencia del impacto. ¿Qué ocurre en las dinámicas y relaciones cuando un líder se retira y hace un infrauso de su poder?
También, aceptar el reto de estar presente, por lo que haya! Esto no significa que tenga que cambiar su personalidad, pero sí adaptarse a las necesidades del equipo, creando espacios seguros donde el equipo pueda expresar preocupaciones y necesidades, por ejemplo.
Otra cosa que estamos trabajando es en liderar desde la vulnerabilidad, practicar la autenticidad. Estamos mirando bloqueos, armaduras… para que pueda escuchar su corazón y poder expresarse desde ahí. Estar presente para él/ella para poder estarlo con su equipo. Con el equipo, no es necesario fingir ser extrovertido ni estar alegre todo el tiempo. Se puede ser honesto/a sin entrar en detalles personales si uno/a no se siente cómodo/a, reconociendo errores, compartiendo retos y escuchando activamente. Creo que es una de las formas más poderosas de ganar la confianza del equipo y reconstruir un clima saludable.